La verdad está siempre disponible ante nuestros ojos, pero en muchas
ocasiones no somos capaces de verlo. Es como si dejaran un tesoro ahí enfrente
y estuviéramos mirando hacia todos lados, buscando los rincones más recónditos
e ignorando lo más obvio. Hemos optado por un sistema de vida que hace complejo
lo simple y cree que es el camino adecuado para llegar a algún sitio. Pero realmente
ese es el gran error, creer continuamente que hay que llegar a algún sitio,
pensar siempre que hay que ser más, llegar a más, tener más, etc. Pero es un
completo trasiego, de insatisfacción continua, pues cuando siempre se quiere
más, aún teniendo mucho, siempre falta algo. Porque todo esto es a nivel
externo.
A nivel interno, es realmente donde se halla la felicidad
y la satisfacción plenas; y no es necesario tener, luchar, ganar… Es
precisamente un camino para despojarse de todo, para vaciarse de lo externo,
para caminar descalzos sin destino necesario. Ese es el camino interno, el camino
del amor, aquel que sólo mira al presente y a la vida y no continuamente
motivado por la recompensa que traigan sus acciones. Sus acciones son la
recompensa. Y también sus no acciones. La paz no se halla huyendo de lo
desagradable y acercándose a lo agradable incesantemente. Es como viajar por el
planeta continuamente buscando la luz del sol y evitando la noche. En esta vida
hay día y noche, siempre. El ego tratará de aferrarse a algo. La paz ya no se
inquieta, sabe que la vida trae frío y calor, y experimenta ambos, pero no se
aferra. Ve partir el sol, abraza el amanecer, descansa en la medianoche… Acepta
todo. No espera nada.
El camino es la meta cuando éste es completamente amado.
Hemos de desprogramar ese sistema ya caduco que nos insta continuamente a
llenarnos de objetos externos para encontrar una felicidad que nunca llega.
Hemos de despojarnos de todos los programas, de todos los condicionamientos que
nos impiden vivir la fragancia de este momento como una totalidad de destino.
Ese es el destino, es el camino, quedarse vacío, quedarse sin nada y descubrir
la totalidad, lo absoluto. Y amarlo todo, verdaderamente, con el corazón
abierto a todo cuanto surja. Es la vida… teniendo lugar. No te distraigas
buscando en otro lado la tierra prometida. La promesa está aquí: Ámala ya. No
tienes que hacer nada. Ese es el secreto. Quédate quieto y así el pájaro se
posará en tu regazo e iniciará su melodía. Seguro que si escuchas ahora, estará
sonando.
Fuente:
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