miércoles, 30 de diciembre de 2009

Celebro Tu Existencia

Cada Nuevo Ser transforma el Juego de la Vida.

Dispuestos a dejar sus huellas, nuestro planeta es visitado por bellos seres que darán vida a una nueva humanidad...
Por Julio Andrés Pagano

Las puertas de entrada y de salida no descansan. El tráfico es incesante. Intenso. Miles de almas llegan a la Tierra a cada instante para vivir una experiencia física. Otras tantas se van con sus lecciones aprendidas. Todavía no partí, por eso quiero hacer un alto en mi camino y hablarte a vos, inigualable ser, que acabás de llegar con tu inmaculado traje de inocencia a disfrutar del juego de la vida. Sé que me estás escuchando. Agradezco la belleza de tu silencio. No te preocupes por los murmullos de fondo, son los comentarios de los insensibles que descreen que nos estemos comunicando.

Antes que nada, quiero darte las gracias por venir. Tu presencia alimenta la esperanza de que el cambio es posible. Siento tu vibración cristalina. Los latidos de tu tierno corazón no mienten, una nueva realidad se está gestando. Ruego porque nuestras sofocantes estructuras sociales no marchiten tus sueños y seamos capaces de ayudarte a volar para que nos transportes hacia una dimensión más pura, en donde la humanidad, toda, celebre y honre la vida.

Sé que si te ayudo, contándote parte de la trama del juego de la vida, también me estoy ayudando porque vos y yo somos uno, aunque el velo de la ilusión intente hacerme creer lo contrario. Antes de seguir hablando, te pido que recuerdes que lo que voy a decirte lleva la carga de mi subjetividad, de mis condicionamientos y limitaciones, por eso quiero que tomes este mensaje como una simple referencia y no como una verdad incuestionable.

El juego consiste en recuperar la inocencia y conectar con nuestra esencia interior para seguir evolucionando. Ahora te parece sencillo, sin embargo, a medida que pasen los días, la sociedad se encargará de adormecerte para que seas funcional a sus intereses y creas que lo real es lo que sucede fuera. No te rías. Lo digo en serio. La gran mayoría cree que únicamente lo exterior importa, y como le temen a la muerte –porque desconocen que es un proceso de cambio- prefieren ignorarla y hacer de cuenta que vivirán para siempre. Te mirarán raro si les preguntás por qué no aprovechan la estadía, siendo el juego tan breve. Vivir 90 años implica jugar sólo 32.850 días. Demasiado poco para desaprovecharlo, ¿no?

Quiero pedirte que, pase lo que pase, no traiciones tu misión de vida. Las pruebas están dispuestas para ayudarte a crecer. Dar pasos en el vacío, siguiendo los dictados de tu conciencia, te ayudará a fortalecer la confianza en vos. Siempre que puedas optá por el conocimiento vivencial. El conocimiento intelectual es limitado, sirve como marco de referencia pero no te transforma. Abrite a las vivencias, son maestras mutidimensionales que te darán las claves para que recorras tu camino sabiamente.

Aunque te cueste, siempre dá lo mejor de vos sin esperar recompensas, porque no todos piensan igual. No descuides tus dones. Potenciá tus talentos. Tu singularidad le aportará a la vida un caudal de inigualable belleza si ponés conciencia en tus actos y sos fiel a tu guía interna. Nunca dudes en hacerle caso a lo que afluya desde tu corazón, sobre todo cuando el caos se adueñe del campo de juego, porque esa es tu verdadera brújula.

Si dejás que los deseos programen tus días estarás corriendo detrás de ilusiones que sólo conducen al descontento. Aprendé a disfrutar cada instante. Conectá con el aquí y ahora. El futuro es una proyección de la mente y el pasado tiene vida sólo si ponés tu energía al servicio de los recuerdos. Aprovechá tu tiempo. No olvides que todo pasará. No te aferres a nada. Fluí con la existencia. Sentirás la esencia de la libertad elevándote sobre la mediocridad de quienes viven mecánicamente.

Nunca dejes oxidar tu capacidad de sorprenderte. Escuchá a todos con atención, pero no colecciones verdades prestadas. Buscá siempre tu propia verdad, para que tu mente, cuerpo y espíritu se expresen de manera unificada y no permanezcas dividido. Esa división es la que hará de tu vida un infierno. También tené presente que tus días serán opacos si dejás que la mente sea el amo de tus acciones, porque no serás capaz de sentir.

Puede que ahora te cueste entenderlo, pero perderás la inocencia para volver a recuperarla. Aprenderás para luego desaprender. Te llenarás para luego vaciarte. Te caerás, pero sabrás levantarte con las lecciones aprendidas. Muchos caminos aguardan tus huellas. Quiera la vida que los padres que elegiste te sepan guiar, te sepan respetar y te sepan amar por sobre todas las cosas.

Este mensaje finaliza. Cada uno seguirá su rumbo. Tal vez nunca volvamos a encontrarnos. No importa. Estoy agradecido de contar con tu presencia. La Tierra acaba de recibir a otro hermoso ser que viene a transformar el juego de la vida. Alzo mi copa, hermano. Celebro tu existencia.

http://www.proyecto-despertar.com.ar/

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Tiempo de Navidad

Sin sentirlo, sin saber cómo, estamos una vez más en Navidad. El mundo parece acelerarse vertiginosamente por las calles. Y, a pesar del deterioro económico que se vive en el planeta, aún hay quien se deja seducir por la publicidad y las ofertas de los grandes almacenes para correr, cuanto antes, a comprar los regalos de sus seres queridos. Habrá incluso quienes estén aún dispuestos a sufrir horas enteras para pagar, y luego para que les envuelvan muy especialmente esos regalos navideños.


Sin embargo, estamos en diciembre del 2009. Muchas cosas han cambiado con el transcurrir de este año y creo que, a pesar de sus esfuerzos, la mercadotecnia y la publicidad no alcanzarán los éxitos de otras épocas. Por fortuna. El despertar de las conciencias se va filtrando, poco a poco, en los más apartados rincones del mundo.

No sólo no hay dinero constante y sonante en los bolsillos, al menos no el suficiente como para darse lujos. Ha surgido, por si fuese poco, otra carencia que me parece no sólo está a la par de la económica, sino que incluso la supera: ¡la carencia del tiempo! Según la Resonancia de Schumann, las vibraciones de nuestro planeta son cada vez más rápidas, de manera que el que antes era nuestro día de 24 horas, se ha convertido al día de hoy, en una jornada de tan sólo 16 horas. Quiere decir que el tiempo lineal, como lo medimos en esta tercera dimensión, se nos está acelerando y, por lo tanto, acortando o reduciendo. Es decir, que el tiempo es un enorme “bien” del que todos carecemos en estos días.

Tiempo para dar…y tiempo para recibir. Tiempo para escuchar… y tiempo para ser escuchado. Tiempo para consolar… y tiempo para recibir consuelo. Tiempo para ofrecer un consejo… y tiempo para aceptar una orientación. Tiempo para compartir… y tiempo para retribuir. Andamos siempre ajetreados, acelerados, corriendo a todas partes, atendiendo a mil y un problemas o proyectos. Miramos constantemente, a hurtadillas, el reloj -nuestro implacable administrador de ese tan limitado tesoro-, para verificar si estamos cumpliendo nuestros propósitos dentro de su infatigable e incesante conteo. Nos hemos vuelto tan paupérrimos en tiempo que, ¿sabes, querido lector? ¡creo que ese sería el mejor de los regalos para esta Navidad!

No sólo tiempo para estar con nosotros mismos y recordar precisamente el motivo de estas fiestas: el gran mensaje que nos trajo aquél recién nacido en ese humilde portal de Belén. Un mensaje que constituye la primera de las Leyes del Universo: el Amor. Nos enseñó a amarnos los unos a los otros. A amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. La lección la sabemos en teoría, pero muchas veces la olvidamos en la práctica. En nuestro afán por conseguir nuestros propios intereses, nos olvidamos de procurar que ese bien no sólo me beneficie a mí, sino a los demás. Y, por miedo a no tener en suficiencia, nos volvemos egoístas, egocéntricos… y nos sentimos automáticamente separados del resto del mundo.

Cristo, el gran maestro del tiempo y de los tiempos, nos enseñó a vivir en el aquí y en el ahora. A ir por el mundo sin acumular posesiones. A vivir nuestra naturaleza de pasajeros, viviendo tan sólo en tránsito por este mundo. Y a estar ahí, siempre presentes para los demás.

Ese recordatorio es el que me hace concluir que el mejor de los regalos para la Navidad, no es el que sale de una tienda, sino el que surge del corazón. No es el detalle que ha costado una cuantiosa fortuna, sino el que lo único que nos cuesta, es el abrir nuestro corazón. Y ese regalo, hoy en día, no se compra con papel moneda. Volvemos a él: es sólo el tiempo el que lo puede comprar.

Me viene a la memoria la historia de aquél pequeño, hijo de un acaudalado hombre de negocios, ocupadísimo siempre en sus asuntos personales. Al verle siempre tan ocupado, y que nunca podía llevarle al cine o a jugar con él en el parque, el niño comenzó a reunir las monedas que recibía los domingos. Cuando consideró que tenía suficiente dinero, fue tímidamente al sobrio despacho de su padre, y le preguntó: papá, ¿cuánto cuesta tu hora de trabajo? ¿cuánto ganas en una hora de tu día en la oficina? Sorprendido, el acartonado y adusto ejecutivo volvió la mirada a su hijo y le contestó: ¿por qué quieres saber eso, hijo? Y el niño, inocentemente, estirando el brazo, abrió la mano y mostrándole las monedas, le dijo: quiero saber si con esto me alcanza para comprar una tarde de tu tiempo, para que me lleves al parque o al cine, algún día…

¡Ojalá nunca lleguemos a eso! El estar con tu pequeño y salir con él a pasear en bicicleta… sentarte al lado de tu hija y enterarte cómo le va con ese chico con quien ha comenzado a salir… ir a dar un paseo al parque para que tu hermano te cuente sus inquietudes en el trabajo… escuchar a tus amigos… ¡Toda situación de convivencia es una dádiva de tiempo!

¿Y sabes qué?, sí podemos darnos ese tiempo. Tiempo de calidad para compartirlo con nuestros seres queridos. ¿Cómo? Quizás viendo menos televisión, dejando a un lado tu partido de fútbol, o negándote a hacer colas inmensas en las tiendas para comprar “los mejores regalos de Navidad”. El dinero no compra paz ni tranquilidad, ni ese sentimiento de sentirse acompañado y comprendido, que sólo puede generarse en tu ser querido cuando tu tienes “tiempo para él”.

Deseo para ti, querido lector, que esta Navidad haya un brillo especial en tu hogar. El brillo de la paz que proviene del estar ahí, en ese momento. Que tu presencia sea el mejor obsequio, el mejor presente para tus seres queridos, en este mágico Tiempo de Navidad.

Eres Luz, recuérdalo… ¡y compártelo!

Elvira G.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Esferas Frágiles



En medio de tanta infelicidad, de tanta angustia circundante, volvemos a replegarnos sobre nosotros mismos para preguntarnos: ¿por qué habrá tanta ceguera en el mundo? ¿Por qué tanta energía mal canalizada? ¿Por qué tanto derroche de fuerzas que en lugar de elevarse se van pendiente abajo? El hombre sería feliz si aprendiera a no depender tanto de lo externo y se centrase, por el contrario, en sus propias fuerzas. Da pena constatarlo y mayor tristeza aún cuando nos damos cuenta de que no podemos hacer nada por remediarlo. ¿Cómo tender la mano a aquellos a quienes tal vez podríamos ayudar? ¿Por qué a veces algo nos impide ser sinceros y espontáneos? Ante la amenaza de una vida que desea apagarse para siempre, nos quedamos inertes, callados, apáticos, ajenos. ¿Por qué no podemos acercarnos a aquellos que nos interesan? ¿Es acaso ese mismo interés que nos vuelve temerosos? ¿Cómo ayudar a esa persona en especial a ganar un poquito de luz?

Hoy se ha esfumado una quimera…

Navidad, felicidad, tranquilidad, son sólo palabras que se nos quedan huecas, vacías, sin sentido si no las vivimos. Yo no sé qué tanto puedo llevar en mi alforja, pero tal vez podría compartirlo con mi vecino. ¡Si tan sólo él me lo pidiese! Pero el hombre anda tan preocupado consiguiendo dinero, vanos placeres, aturdimientos pasajeros que una vez esfumados vienen a dejarle una terrible sensación de vacío. Estamos aún en la obscura cueva, debatiéndonos entre los múltiples barullos de la existencia. Los más sensibles son los que más se angustian. Lo que más adquieren conciencia de su insapiencia, de sus tinieblas.

¿A dónde vas? ¿Qué camino llevas?

Es difícil llegar al hombre que zozobra en la inquietud y la congoja. A ese hombre que se aferra a cualquier asidero creyendo que eso le podrá salvar de la tragedia. Habría que comenzar desde el principio, y el camino se vuelve entonces tan largo y tan pesado…

Hoy se ha roto una esfera…

Afuera es Navidad. Hay letreros que hablan de felicidad por doquier y dentro de los corazones de los hombres la luz pareciera carente por completo. El hombre tiene miedo. Un miedo terrible por la muerte, y sin embargo se está entregando irremisiblemente a ella, como un hombre consumido por el deseo se entrega a la amante cualquiera buscando pasar el momento. No es adentrándose en las habitaciones más obscuras de la casa que el hombre va a encontrar la luz… y sin embargo lo hace porque es más fácil caer que levantarse. La estatura del hombre se mide no por las veces que se deja llevar por sus instintos, gritando e insultando y atemorizando a los demás… la estatura del hombre se mide por la frecuencia con que puede vislumbrar los alcances de sus actos… Siendo semilla de luz, el hombre se convierte en bocanadas de tristeza.

Hoy se ha revelado una estrella…

Sin embargo, estuvo conmigo anoche. Era una voz extraña. Era quizás un ángel. Me dejó un mensaje. Me dijo que la palabra siempre fecunda en terreno fértil. Que la verdad llega siempre a quienes quieren encontrarla. Que ningún hombre ha nacido ni sordo ni ciego, y que sólo adquieren esa tara los hombres que eligen sumergirse en las tinieblas. Me dijo que había que convertirse en rayo de luz. Ningún hombre se hunde porque Dios lo quiera así. Son ellos mismos quienes eligen su camino, y su caída o elevación. ¿Por qué te atormentas, alma en tinieblas? –me dijo la voz- ¿no has comprendido aún que cada ser es un Dios en potencia? Preocúpate de ti mismo. Si alguien se acerca por tu camino a pedir ayuda, tiéndele la mano. Pero no vayas por el mundo lamentándote por aquellos que han querido perderse a sabiendas de lo que están haciendo. Si esos hombres tienen, aunque sea de vez en cuando, destellos de luz, lo único que te queda es desearles que fortifiquen su fe y sus fuerzas. Nadie más que el hombre mismo para elevarse o desplomarse.

Hoy, ¡por fin!, se ha encendido una estrella…


Elvira G.

® Derechos Reservados.

domingo, 13 de diciembre de 2009

¡Bienvenid@!


Decido iniciar este blog porque creo que son momentos de comunicar…y de comunicarnos. Mi estancia en este plano se va prolongando y, con ello, mis eternas preguntas: ¿quién soy, de dónde vengo, a dónde voy?, han ido encontrando respuesta paulatinamente. Se puede decir que mi camino ha sido una larga e incesante búsqueda, desde muy temprano. Lo he recorrido más bien en solitario. Sin mezclarme mucho con otros grupos de buscadores. Aunque sí, he estado con algunos de ellos, en contadas ocasiones. Para justificar esta actitud, me respaldo un poco con lo que decía Herman Hesse al respecto. Opinaba que el buscador de la verdad debiera de ser como el cauteloso peregrino que atraviesa un sombrío bosque. Al llegar la noche, y ante la oscuridad y los peligros del camino, lo más prudente es llegar hasta la primera posada que encuentre y refugiarse ahí para evitar ser asaltado por posibles truhanes en el camino, o ser atacado por algún fiero animal, en medio de semejante oscuridad.. Ya con el clarear del día, renovadas sus fuerzas. y protegido nuevamente con la luz del amanecer, el errante peregrino podrá reemprender su camino, seguro, y por sí mismo.


Interpreto esto como que, quien busca la verdad, ha de encontrar solo su senda. Sin embargo, llegada la noche, cuando aparece “la noche oscura del alma”, que seguramente a todos nos sucede, cuando dudamos y desfallecemos y no sabemos en quién o en qué refugiarnos, es entonces cuando es prudente unirse a un grupo, y llegar a la primera “posada” del bosque en busca de cobijo, refugio y seguridad. Cuando hayamos fortalecido nuestro espíritu, podremos reanudar nuestro propio camino, habiendo tomado de cada experiencia, lo mejor. Porque el sendero de retorno a la casa del Padre, según lo comprendo, es único para cada ser.

Por otro lado, en alguno de sus libros, Wayne W. Dyer, otro de mis grandes maestros, decía algo así: no te vayas de este mundo sin entonar tu canción. Creo, igual y firmemente, que todos hemos venido a este mundo a “entonar nuestro propio canto”. Ya sea en las artes, los deportes, la ciencia, la docencia, como padres de familia, etc., cada quien elige el terreno. Y cada quien entona su canción a su manera. Lo mío, creo, es escribir mis vivencias para poder compartirlas con los demás. Hace años ya que varios de mis textos esperan pacientes en el fondo de una gaveta a que yo decida publicarlos. No lo hice antes pensando que eso quizás no le interesaría mucho a los demás.

Algo me dice ahora que necesito hablar. Que debo “entonar” mi canción porque, quizás, ante mis notas, alguien más se anime también a ensayar su propio canto. Con que alguno que otro de mis escritos pueda comunicarle algo a alguien más, sabré que mi canto no se escuchó en vano. Creo que todos venimos de la luz y vamos de regreso hacia la luz, aunque en ocasiones las apariencias nos engañen y parezcan pintarnos de gris el panorama.

Considero que, en la actualidad, vivimos momentos maravillosos llenos de energía, que podemos aprovechar para depurarnos. La humanidad entera está haciendo su viraje hacia la verdad, hacia la apertura de la conciencia, hacia un mundo en donde habrá desaparecido el concepto de la dualidad, de lo mío y lo tuyo, del sentirnos separados, abandonados y perdidos. Creo que estamos logrando entre todos, al unísono y cada día más, algo maravilloso: El Viraje hacia la Luz!

Y de eso quiero precisamente tratar en estas páginas. Aparte de publicar por este medio algunos de mis escritos personales -y prácticamente inéditos-, tendremos con nosotros a un invitado muy especial: Julio Pagano. Un maravilloso Ser de Luz a quien tuve la fortuna de conocer precisamente por este medio, por el Internet. Argentino, ser sensible e inquieto, cuya vida está llena de peripecias que le han llevado a “Despertar” en grande. Sus mensajes están llenos de esa conciencia elevada en donde todo es Luz y Amor. En donde reina la armonía y se disimulan las fallas y carencias de esta realidad “dual” en la que aún nos movemos y vivimos, en esta tercera dimensión.

He pedido autorización a Julio Pagano, para insertar de vez en cuando sus escritos en este blog. Lo cual me ha sido concedido con gran generosidad de su parte. Quienes no lo conozcan., ya lo leerán. Además de excelente escritor, es un ser muy sensible, a quien no dudaría en llamarle “el poeta del espíritu”. En sus escritos nunca utiliza la palabra “Dios”; sin embargo, siempre “bosqueja” su concepto, siempre “transpira” su esencia, siempre comunica sutilmente esa Luz y ese Amor hacia todo Ser, en todo lo que piensa y dice. Al final de cada uno de sus textos, encontrarás el link para entrar a su propia página.

Por otra parte, hay muchísima información corriendo por el Internet. También nos ocuparemos de ello. Creo que hay qué estar informados, aunque también considero que necesitamos usar nuestro criterio y discernimiento para no dejarnos atemorizar por ciertas tendencias alarmistas o sensacionalistas. Si somos Seres de Luz, en la medida que tratemos de crecer cada día más, yendo al fondo de nuestro corazón, nada ni nadie nos puede perturbar, ni orillar de nuestra verdadera meta: reencontrar la Luz.

Agradeceré tus comentarios, de manera que podamos ir enriqueciendo este blog -que también será tu blog-, si así lo deseas. Si gustas que tratemos un tema en particular, las sugerencias son bienvenidas.

Mi cometido es que todos podamos prepararnos cada vez más, para el cambio de conciencia tan necesario en estos tiempos. Más que un conocimiento puramente intelectual, considero que esa “preparación” debe traducirse en un auténtico cambio interno, un definitivo y notorio viraje de nuestros pensamientos hacia la tolerancia y el perdón, la armonía y la paz, sentimientos que forman parte de nuestra verdadera naturaleza espiritual, como peregrinos temporales en esta Tierra.

Gracias por abrir la puerta de tu interés…y que la Luz emane, abundante, a través de la ventana abierta de tu corazón.

Elvira G.

sábado, 12 de diciembre de 2009

Pensante Caminante


Era apenas medio día y el sol estaba justo en lo alto, sin embargo, Pensante Caminante, cansado ya de tanto andar, se sentó a la vera del camino sin ningún deseo de proseguir. Hacía mucho tiempo que iniciara esa marcha, al principio por imitar a los demás, dejándose tan sólo guiar por quienes iban adelante. De pronto cobró conciencia de ese caminar, aparentemente sin sentido, y comenzó a preguntarse: ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos? ¿quién nos ha puesto aquí? ¿quién ordena que marchemos?

Había recorrido ya varias leguas y preguntado por doquier, pero nadie daba respuesta a sus preguntas. Parecía que la gente de los pueblos por donde había pasado, no se preocupaba por esos interrogantes. Algunos se detenían en un sitio, otros continuaban sin inquietarse, aceptando tranquilamente lo que el día les deparara. No obstante, Pensante Caminante no dejaba de cuestionarse y, al no encontrar respuesta, deseaba mejor dormir. De pronto, las alegres voces de unos peregrinos que acertaban a pasar por ahí, le sacaron de su ensimismamiento.

--¡Hey, amigo! -le dijo alguien-, ¡levántate!, ¿qué haces ahí? Ven, únete a nosotros. Pronto llegaremos a una gran feria.

Nuestro personaje levantó la vista y se encontró con la mirada de un hombre joven y fuerte, quien le sonreía amablemente.

--¿A dónde van? -preguntó Pensante Caminante.

--¿Para qué hacer preguntas? -respondió el aludido-, estamos de paso y no debemos detenernos. Yo espero llegar al próximo pueblo en donde me aguarda una mujer que me dará hijos y cuidará de mi casa.

--¿Y eso es todo? -volvió a preguntar Pensante Caminante.

--¿Qué más puede pedir el hombre cuando se va haciendo tarde y no tiene aún un hogar al cual llegar? -contestó el interrogado, continuando su camino.

A Pensante Caminante no le hicieron mucha gracia estos razonamientos y se dispuso de nuevo a dormir. No bien había cerrado los ojos cuando un hombre, de gesto adusto y fría mirada, lo despertó con un leve toque de su bastón.

--¿Qué haces ahí? -dijo el recién llegado.

--Descanso un poco -respondió Pensante Caminante.

--¿Descansar cuando aún hay tanto por andar? -recalcó el hombre de gesto adusto.

--Sí, señor -contestó nuestro personaje-, si no sabemos a dónde hay que llegar…

--¿Que no lo sabemos? -repuso el aludido-, ¡yo debo apresurarme, voy a un pueblo en donde seré elegido dirigente!

--¿Dirigente? -preguntó, tímido, Pensante Caminante.

--Sí, dirigente de un partido político, gracias al cual seré aclamado y respetado, casi temido si me lo propongo. ¡Seré alguien! -terminó con voz tajante el desconocido- y, sin esperar respuesta, siguió su camino con paso rápido y firme.

¿Dirigente? -se decía Pensante Caminante. ¿Cómo es posible que alguien que sólo busca el poder y el aplauso, pueda dirigir a los demás?

Después de cavilar un rato, volvió a quedarse dormido, hasta que un suave canto le despertó.

--¿Qué haces ahí tan desanimado a la orilla del camino? -le dijo el recién llegado.

--Observo -contestó Pensante Caminante.

--¿Y qué observas? –inquirió nuevamente el extraño.

--Que la gente camina sin saber a dónde va –contestó de nuevo nuestro personaje.

--¿Y qué se puede hacer? –repuso el recién llegado. Yo -dijo-, soy cantante, algo poeta y humorista. Trato de adornar la realidad para que los demás olviden sus penas. Tal vez llegue a ser un cantante famoso y la gente quiera conocerme y tener mi autógrafo en un trozo de papel. Recibiré muchos aplausos y mi nombre irá de boca en boca. ¡Ah, es tan consolador que los demás piensen en uno! –y diciendo esto, se puso a tararear una alegre canción. ¿Sabes? -dijo de nuevo-, ahora que me vaya no seré ya un desconocido para ti, el recuerdo de mi voz y mi canción habrán quedado en tu memoria.

--¿Y después? -preguntó de nuevo Pensante Caminante.

--Después -contestó el aludido-, el tiempo lo dirá.

Y se fue alejando por el camino, mientras gritaba a Pensante Caminante:

--¡Anda, no te quedes ahí, el día es joven y aún hay muchas cosas por hacer!

Pensante Caminante se quedó reflexionando unos momentos. Después de todo –se dijo-, el poeta es el más humano de todos ellos. El primero no busca más que el placer y el bienestar material, y se afana para lograrlo; el segundo quiere tan sólo honores y gloria que habrán de pasar; este último al menos busca alegrar los corazones adornando la realidad, aunque él mismo reconozca que eso será pasajero. Pero nadie parece inquietarse en saber por qué estamos aquí. Si nadie me da la repuesta, prefiero dormir. Pensando esto, se quedó otra vez tranquilo. Sin embargo una voz interior le urgía a seguir adelante, a pesar de todo. ¿Para qué? –se repetía nuestro personaje cuando de pronto una voz cascada vino a sacarle de sus pensamientos.

--Hijo, ¿qué haces aquí?

--Estoy cansado –respondió Pensante Caminante. Hace un buen rato que camino sin saber ni de dónde vengo ni hacia dónde voy. ¿Sabrías tú decírmelo?

--Sí, -contestó el interrogado. Has salido entre sueños de la Casa de tu Padre, y ahora necesitas continuar tu camino hasta volver a encontrarlo.

--¿De la Casa de mi Padre?

--Sí, -contestó el recién llegado- todos somos hijos de un mismo padre, quien ha permitido que salgamos de su casa, y nos ha puesto en este camino para probar nuestra fidelidad a su estirpe. Hay quienes, una vez que llegan aquí, se olvidan de su procedencia. Hay otros que a medida que marchan por el camino, se maravillan con todo lo que encuentran a su paso y quieren quedarse en ese lugar. Pero hay gente como tú, que se inquieta y se pregunta y que, tarde o temprano, buscando de corazón, hallará la respuesta.

--He pasado ya por tantos pueblos que estoy realmente cansado –comentó el joven- pero dime: ¿hacia dónde hay qué caminar para llegar a la Casa del Padre?

--Es una senda que no se recorre físicamente, no es cuestión ni de lugar ni de espacio, es un camino que se encuentra en el interior de nosotros mismos –respondió nuevamente el viejo.

--De nuevo no comprendo –replicó Pensante Caminante. Primero dices que hay que continuar el camino, y luego agregas que no son nuestros pasos sobre la Tierra los que han de llevarnos a nuestro fin, ¿entonces?

--Bueno, eso es un poco complejo –replicó el viejo-, digamos que los pasos que nos conducirán a nuestro padre, son vivencias y aprendizajes hacia nuestro interior, que se van dando mientras desgastamos el cayado que nos apoya y sostiene. El tuyo es aún muy fuerte, has recorrido apenas el inicio de la jornada, y te servirá todavía un largo tramo.

--¿Mi cayado? –preguntó sorprendido Pensante Caminante.

El cayado del cuerpo físico que nos ha dado el Padre para recorrer el camino -respondió el viejo. Por lo general debemos desgastarlo para retornar a él. Hay peregrinos que son llamados repentinamente a casa del Padre cuando su cayado aún está en muy buen estado, eso no se puede evitar ni se debe discutir. ¡Pero cuidado con quien portando aún un excelente cayado, quiera ya detenerse! ¿Con qué cara contestará al Padre cuando éste le pregunte lo que aprendió en el camino? Así que no pierdas tiempo, ya te llegará el momento de descansar. Además, puedo asegurarte que entre más hayamos andado el camino, enriquecidos por lo aprendido durante la jornada, sentiremos aligerarse nuestro paso de tan sólo presentir que vamos al reencuentro con el Padre…

Entusiasmado con la respuesta del viejo -su nuevo guía y amigo-, Pensante Caminante se dispuso, al fin, a continuar su camino. Algo muy profundo decía a su corazón que, si bien su cayado aún era fuerte, ese largo e intrincado peregrinar estaba a punto de concluir.

Apresurando el paso, forastero en la Tierra, Pensante Caminante volvía por fin a sus orígenes, a su heredad, a su verdadera morada… ¡a la Casa del Padre!


Elvira G.

® Derechos Reservados.

lunes, 7 de diciembre de 2009

El Abuelo




Viendo a la joven aquella tan desolada, el viejo se sentó esa noche tranquilamente a su lado, y le dijo:

“Es sólo venciendo sus miedos, que el hombre se hace grande, fuerte, casi invencible. ¿Qué mayor belleza que aquella, la del semblante tranquilo a quien nadie ni nada perturba? A quien los comentarios positivos o negativos dejan impasible. A quien lo mismo dan las injurias que las alabanzas. El rostro de quien ha aprendido a distinguir lo falso de lo verdadero y procura en lo posible estar atento a su voz interior, refugiándose cada noche dentro de su ser… El rostro de aquel que cierra las puertas de su casa y trata de hacer un recuento de todo lo pasado durante el día… ese rostro no puede sino ser bello y sereno.

Un alma con esa quietud es capaz de descubrir poco a poco la luz, en respuestas que llegan a confirmarle lo absurdo de sus miedos. El miedo de enfermar, de envejecer, de no lograr esto o aquello.

¿Sabes? –continuó el viejo-, he aquí la gran tragedia del hombre: la de sentirse inseguro, la de querer la posesión de algo para saberse protegido y dar, así, una razón de ser a su existencia. Hay quienes desean formar un hogar y tener hijos. A otros eso no les basta. Ansían posesiones y riquezas, mando y poderío. Al verse aclamados sienten crecer su grandeza… ¡Una pobre grandeza fundada tan sólo en lo ilusorio!

Todos ellos se engañan, porque el querer algo y no poder lograrlo les hace vivir angustiados e insatisfechos, deseando, la mayoría de las veces, cosas efímeras y vanas que tarde o temprano se terminan.

Por el contrario, el hombre debiera enfrentarse a la idea de la muerte. Retarla en cierta forma. Hacer caso omiso de lo que ella habrá de llevarse algún día y cultivar lo que la desaparición de su cuerpo físico no destruye. Eso que podríamos llamar su mundo espiritual, comenzando por desapegarse de lo tan sólo material.

Asimismo, el hombre debiera canalizar sus emociones y energías. Permanecer indiferente a todo lo que le sea ajeno, e ir adentrándose en su ser, forjando su propia senda al emprender ese largo pero tan meritorio camino, que es el de la conquista de sí mismo.

Habiendo aprendido a ver un poco más allá de toda esa aparente “realidad”, habiendo reconocido la verdad tan simple y eterna de su peregrinaje en esta Tierra, ¿crees acaso que habría lugar en el corazón del hombre para ambiciones, envidias o angustias?

No quiero cansarte más por ahora –dijo aún el viejo-, sabes en dónde puedes encontrarme cada vez que te sientas sola. El camino a mi casa requiere de calma y quietud, pero la noche y el silencio son buenos consejeros…”

Elvira G.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Brotes Verdes



El otoño araña ya el verde de la inmensa arboleda. De vuelta a casa, tras paseo por la magia de un hayedo en plena mutación, pulso el botón que me acerca al mundo. Los días se encogen, la naturaleza se apaga, las hojas abrazan una tierra húmeda, pero al poner las noticias, el telediario habla de brotes verdes. Cuesta confiar en los brotes de una economía, de una civilización, abocadas a repetir los mismos y graves errores. Cuesta seguir la sabia de unos brotes que se alzarán hacia un mismo cielo de beneficios mal repartidos, de dividendos a costa de la naturaleza, de prosperidad interpretada en clave de consumo…

Urbasa explota allí arriba en ocres y amarillos, pero en el valle sí observo brotes verdes. Los brotes que percibo no son noticia, no alcanzan titulares, no coinciden con los del telediario. Producir no importa qué, ni en qué cantidad; consumir no importa cómo, ni a costa de qué…, no invita a abrazar esperanza.

Veo sí, brotes de esperanza en l@s amig@s que alzan la azada y después ponen en la ensaladera los propios y frescos frutos de la tierra. Esperanza en mi pueblo, que acaba de crear un banco de semillas naturales; esperanza en las largas mesas de madera de “la sociedad” llenas de frutas y verduras biológicas a repartir entre todos l@s de la cooperativa.

Observo brotes verdes cuando el olor de un pan recién cocido alcanza mi ventana, cuando llega al pueblo nueva gente con un plano de casa ecológica bajo el brazo e ideales rebosando el corazón; cuando la plaza de esta aldea perdida en la montaña se llena de más y más niños; cuando el viejo cazador libera para siempre a sus perros encerrados y se lanza monte arriba sin lastre de metal, sin ánimo de matar nada.

Brotes verdes cuando el “comercio justo” va conquistando cada vez más estanterías, cuando las granjas se clausuran y los animales vuelven a los campos, cuando la carne sale de nuestros menús y decidimos meter sol, color y clorofila en nuestro cuerpo.

Sí, brotes verdes cuando me llama una periodista amiga “quebrada” y decide ya no dar eco al odio, a la muerte y a la guerra; cuando siento el latir de su alma al otro lado del teléfono y se manifiesta resuelta a abandonar la nómina fija, a pregonar lo nuevo.

Brotes cuando vuelvo a mi ciudad y contemplo sus paseos junto al mar inundados de bicicletas y veo a tantos amigos felices con sus hijos pedaleando. Brotes verdes cuando las grandes urbes dejan de crecer y comienzan a nutrirse los campos y sus silencios. Cuando las escuelas, los mercados, los hospitales… disminuyen en metros cuadrados, pero aumentan en calidad y trato fraterno.

Brotes verdes cuando el hambre merma y la solidaridad se extiende, cuando el plato es delante de todos los humanos y la pizarra delante de todos los niños. Brotes verdes cuando conjuramos el desánimo, el pesimismo, el “esto no hay quien lo cambie”, cuando nos tomamos de la mano y ofrendamos al mundo nuestras más sentidas oraciones, nuestras más bellas danzas, nuestros más bellos cantos.

Sí, brotes verdes cuando nos reunimos más de mil almas, llenando ya grandes aforos en Madrid (“Inspira Conciencia”) y Barcelona (“Contigo somos +paz”), y concentramos nuestros pensamientos a favor de la paz y la fraternidad humana. Brotes verdes emergiendo de corazones húmedos y abonados, brotes verdes cuando prometemos al Cielo vaciar todo el amor de nuestra copa, cuando empezamos a conjugar los verbos en plural y a observar la vida como una apuesta colectiva.

Brotes verdes cuando junt@s nos reunimos y soñamos, cuando cada quien en su propio ámbito se decide a actuar de una forma diferente, con otro modelo más solidario, con otro espíritu más integrador. Cuando prodigamos a nuestro alrededor más amor de lo que conocíamos por amor. Cuando el “juntos podemos”, sustituye al “sálvese quien pueda”. Cuando triunfa la amabilidad, la buena voluntad, la mutua ayuda… Cuando tod@s contamos, creamos, gestamos, empujamos.

La subida del Ibex 35 no nos pone. No terminamos de creer los telediarios y sus brotes de tan pálido verde. Difícilmente albergan esperanza. La esperanza no se mide por el número de coches que escupen las factorías. Poco dice el aumento del gasto entre nosotr@s, sino los estómagos satisfechos en todas las latitudes. Distingamos los brotes. Nadie pinte de verde lo que está basado en el lucro personal, en la competitividad, en la agresión a la Madre Tierra. Lo verde es compartir, es cooperación, es cocreación. Caminemos juntos sobre una tierra liberada. Alimentemos los brotes de la verdadera emancipación.

El telediario no habla de estos brotes verdes, pero es preciso anunciarlos pues están inundando absolutamente todos los rincones. Nosotr@s mism@s somos brotes de la nueva civilización que ya encarna por doquier. El inmenso planeta azul ha verdecido más de lo que imaginábamos y ya no procede callarlo.

Editorial, Portal Dorado
http://www.portaldorado.com/



sábado, 5 de diciembre de 2009

No contribuyas…



No contribuyas al miedo y al temor,

aporta más bien a la confianza y la seguridad…

No contribuyas al desánimo y la desesperanza,

apuesta más bien al entusiasmo y la fe…

No contribuyas a la oscuridad,

enciende más bien una luz para quien viene atrás en el camino…

No contribuyas a la crítica necia y ociosa,

aporta más bien al análisis constructivo y la edificación…

No contribuyas al desamor y al menosprecio,

haz campaña más bien por encontrar valores y ensalzarlos…

No permitas que te contamine la actual epidemia de la incertidumbre,

inoculízate a las premoniciones, vive el presente.

El pasado ya se fue, y el futuro aún no llega.

No te pre-ocupes. Más bien ocúpate de alimentar tu propio fuego interno.

Pon oído sordo a los agoreros catastróficos.

Hay dos tiempos en los que no podemos vivir:

Ni en el futuro, ni en el pasado.

Sigue tu camino, no te detengas, vive en tiempo presente.

No te envuelvas en discusiones sin sentido.

Mantente mejor al margen, apartado.

La verdad, para surgir, necesita de silencio y soledad.

Necesitas lanzarte, entregarte a ese par de consejeros. Sin la menor duda.

Ellos te acunarán en sus brazos y, una vez apaciguado, la soledad y el silencio

estarán dispuestos a revelarte todo, para que tú lo retransmitas en tu propio lenguaje.

Porque nada hay nuevo bajo el sol.

Lo único nuevo y siempre irrepetible, es la forma

singular de cada ser, para expresar su mensaje.

Hay una sola verdad, pero son infinitas las versiones

de transmitirla. ¿Cuál será la tuya?

Al menos, si de alentar temor,

o de sembrar duda y desesperanza, se trata,

mejor enmudece. Aléjate.

¡No contribuyas!



Elvira G.

Vuela con tus sueños…

Rescátalos.
No permitas
que se desplomen
en el mutismo de la nada…
Cobíjalos con fé.
Ayúdales a desplegar las alas
y aventurarse
en nuevos horizontes…
Vinieron a entonar una canción.
Que no se desintegren
sin horadar los vientos
con su propio canto…
Su destino no es caer,
sino luchar por las alturas,
por conquistar espacios,
por emprender el vuelo hacia la Luz…
¡Vuela con tus sueños!


Elvira G.

El Sueño Colectivo



Nacemos y nos dicen: ¡duerme!
Pero en cada mirada esperan
los dioses un despertar...

En aquella interminable ronda de sueños de veinticuatro horas, de todos los días, en medio de aquel terrible sopor colectivo, ella de pronto se sobresaltó e incorporándose sobre su cama se dijo: ¿y si el mundo estuviese iluminado y yo despierta? Eso me haría constatar la importancia de estar viva día tras día; lo imprescindible de sentir y ser consciente de que cada nuevo despertar llega pleno de posibilidades, que todas están ahí, latentes, y que cada mañana es como un campo virgen que se nos presenta para sembrarlo de cosas bellas.

Pero el trajín diario y el compartir ese sueño colectivo cada vez más profundo, nos hacen olvidarlo todo. El roce con la gente y con todo aquello que me cansa, viene a matar esa chispita de sensibilidad que comenzaba a iluminarme. Entonces caigo, doy de tumbos y me hago desconfiada y rencorosa, y el odio y la miseria interna comienzan a carcomerme el corazón.

Es en ese momento cuando hay que despertar y recordar que nosotros somos también promesas de Luz; que el mundo está iluminado y si llevamos la mirada presta, siempre pronta a recibir lo que venga de fuera, la vida, entonces, cobrará un renovado interés. Valorar a las personas por lo que son en sí mismas y no por lo que nos den. Reconocer en una persona su heroísmo y sus esfuerzos continuados. Verla cuando está frente a nosotros no como una máscara que oculta algo, sino como un bello enigma a descifrar, algo maravilloso y mágico que se oculta tras la vestimenta efímera del cuerpo físico. Adivinar en ella la belleza que forma parte de esa Gran Alma Universal.

Si así lo hiciera… ¡si lograra no caer en el profundo sueño cotidiano y colectivo! Si lo comprendiera a cada instante y a cada momento, ¡cómo cambiaría mi concepción de la vida! El día, ese devenir intrascendente de horas y minutos, se convertiría en una jornada plena de vivencias y enseñanzas. Aprendería a observar y a observarme a mí misma.

Cuántas veces he matado con la palabra y cuántas otras con el silencio. Cuántas más pasé indiferente ante el dolor humano. No sabía cómo remediarlo y esa era mi excusa para rehuirlo. ¿Por qué no prepararme entonces por mí y por los demás?

Se nos escapa la vida, dándonos disculpas a nosotros mismos, y los días y los años se escurren como el agua, y vamos caminando como quien no persigue un fin ni un objetivo, y perdemos tiempo y energía. Para evolucionar es necesario trazarse una meta; que ésta sea ascendente y que vaya hacia delante. El hombre observador y que desea encontrar la verdad, tarde o temprano se da cuenta de lo vana que resulta la vida de todos los días. Buscará algo que trascienda, que sea permanente, tratará de encontrar una respuesta coherente a los enigmas del ser, de la civilización, de la cultura. Finalmente descifrará la incógnita del por qué, del cuándo, del cómo y del dónde.

Las bibliotecas están llenas de libros que guardan grandes secretos y verdades. Todos esperan ahí, pacientes, a que despierte mi curiosidad; todo está al alcance de mis manos para evolucionar y ver claro, o quedarme ciega, dormida… y morir.

“El mundo iluminado y yo despierta”… la frase se repetía, se repetía incesante, como un goteo, como un apacible mantra… De pronto alguien tocó a su puerta: ¡eh, Esperanza, despierta! ¡Al trabajo, a hacer algo, ya no son horas de soñar! ¡Despierta!

Entonces, Esperanza, la de los sueños, saltando de la cama se dijo determinante: ¡no volveré a ser Tristana, la de mi supuesta “realidad” cotidiana! Este sueño tan vívido, ha permitido que la luz de mi conciencia se filtre en mi interior y devele mi verdadera esencia. ¡Soy Luz, estoy despierta! A partir de hoy comenzaré a fluir con las señales y sincronicidades.

Nunca más las dificultades me parecerán tropiezos… ¡se convertirán en sabias maestras que me ayudarán a desplegar mis alas! He comprendido al fin que en lo ordinario se esconde lo extraordinario si soy capaz de ver con los ojos del corazón. Este sueño ha sido una revelación para mostrarme que, si yo lo decido, ¡el mundo siempre estará iluminado y yo despierta!... Sí, despierta para procurar ahora el despertar de quienes aún viven ese sueño colectivo de las veinticuatro horas… de todos los días!



Elvira G.

Orando en acción…



“Las cosas están tan mal últimamente, que hay qué rezar mucho”, escuché el otro día de una conocida mía. Me quedé pensando sobre el tema y me dije: sí, hay qué orar mucho, pero creo que no se trata de tan sólo cerrar los ojos y recluirse en un sitio apartado de la casa para comenzar a repetir frases hechas, huecas, aprendidas de memoria, como si estuviéramos entrando en un trance hipnótico.


Considero que, hoy en día más que nunca, nuestra oración debiera de ser “vívida”, es decir, que oremos actuando, o que nuestras oraciones se transmuten en acciones. De pronto recordé al buen “Hermano de Asís”, aquél que despreció y abandonó los lujos y comodidades de su herencia terrenal y material, para entregarse totalmente a la búsqueda y la consecución, más bien, de su heredad divina. Para ello trazó su camino con una oración que, hasta hoy en día, sigue totalmente vigente y guiando a miles de peregrinos en su camino hacia la Luz y la paz interior.

Hazme, Señor, instrumento de tu Paz

Francisco de Asís no se envanece sino que, por el contrario, se siente supeditado al poder del Padre y le pide, humildemente, que lo convierta tan sólo en un “instrumento” para llevar la paz a todos sus congéneres.

Que donde haya odio, siembre yo amor

El santo de Asís no pretende cambiar a fondo las pasiones humanas. Acepta poder tan sólo “sembrar amor”, es decir, poner en el corazón de quien ha dejado entrar ahí al odio, la semilla del amor para que germine. Una práctica que, como ser humano, necesito yo realizar no sólo con seres ajenos a mí, que estén enemistados entre ellos…. sino echar un vistazo a mi propio corazón. ¿Guardo aún ese sentimiento tan desgastante en mi interior? San Francisco lo pone como primera actitud negativa a erradicar, porque, ya sin el odio, se allana más fácilmente nuestro camino.

Donde haya injuria, pueda yo sembrar perdón

Cuando alguien ha herido con acción o con palabras a alguien más, el agredido se siente maltratado, vejado, humillado. ¿Cómo olvidar los hechos? Yo podría llevar un poco de luz a la situación y lograr con ello que quien se sienta agredido, pueda liberarse de sus sentimientos negativos. Además de quitarnos un peso de encima emocionalmente, al perdonar, vamos rompiendo cadenas. Esos pesados eslabones que nos atan a sentimientos bajos y destructores. Perdonando cobramos alas para volar cada día más ligeros, invencibles, hacia la luz.

Donde haya duda, siembre yo fe

¡Como seres humanos dudamos por tantas cosas! Dudamos de nosotros mismos, de nuestras extraordinarias cualidades para alcanzarlo todo. También dudamos a veces de las posibilidades externas. El enfermo puede dudar si el médico que le atiende realmente le ha dado el medicamento correcto. O la madre puede dudar si su hijo pasará el examen de admisión a la universidad. Permite entonces, Señor, que yo pueda sembrar la fe en esa tu constante presencia con nosotros, esa fuerza indescriptible que nos ha creado, y que está ahí para auxiliarnos en todo momento.

Donde haya desaliento, pueda yo sembrar esperanza

De lo anterior –de la fe-, se desprende la esperanza. Si no confiamos en algo o en alguien, no podemos esperar nada, y el desaliento nos aniquila. De ahí que el poder sembrar una brizna de luz, un destello de esperanza en quien nos confía su desilusión ante la vida, o ante cualquier otra situación de su existencia, es una forma muy positiva de “hacer oración”. La esperanza es ese “faro de luz” que ojalá todos tengamos en nuestras diarias perspectivas y expectativas, tanto dentro de nosotros, como para ser capaces de compartirla con alguien más.

Donde haya sombra, siembre yo luz

Ciertamente, no lo podemos negar, estamos atravesando tiempos difíciles. Crisis económica, desempleo, cataclismos, enfermedades. Todo parece aumentar la “oscuridad” circundante. Sin embargo, gracias a la fe y la esperanza que hemos cultivado en nuestro corazón, y a través de leer libros positivos o de reunirnos con otros seres que igualmente buscan la luz, podremos avivar nuestro fuego interno para sembrar la semilla de la paz y la luz en los corazones de quienes nos rodean.

Donde haya tristeza, siembre yo alegría

Cuando vivimos en la luz, la esperanza, la fe, el perdón y el amor, ¿crees que pueda caber en tu hogar interior algo más que no sea la alegría? Es la dicha del equilibro y la armonía interior. Si procuramos día a día mantenernos en este estado, fácilmente podemos compartir esa alegría de vivir con los demás. La tristeza todo lo marchita, todo lo apaga, todo lo deteriora… ¡hasta al cuerpo físico! Se ha comprobado que una persona triste y cabizbaja es más propensa a enfermarse. De ahí que, en la medida de nuestras capacidades, ¡sembremos alegría!

Oh, divino Maestro, concédeme que no busque ser consolado, sino consolar. Que no busque ser comprendido, sino comprender. Que no busque ser amado, sino amar.

Es decir, que no pretenda yo recibir antes de dar. Necesito actuar y sembrar primero, para luego recolectar. Que no me pregunte: ¿qué me pueden dar los demás o qué puedo obtener de ellos? Más bien, necesito cuestionarme: ¿qué puedo hacer hoy por los demás? ¿De qué manera puedo ofrecer un servicio a mi familia, mis amigos, mis vecinos, mi barrio, mi país, mi planeta? Sólo entonces la abundancia del Universo se volcará sobre nosotros.

Porque dando es como recibimos, perdonando es como tú nos perdonas, y muriendo en ti, es como nacemos a la vida eterna…”

Creo que si “oramos” así día a día, podemos contribuir a la energía positiva y la paz del universo. Para comenzar a vibrar más alto, necesitamos soltar amarras tan densas como el odio, la injuria, la duda, el desaliento, la oscuridad y la tristeza. Ya no podemos ni debemos esperar más. Avanzar hacia la Luz nos requiere ligereza, ¿para qué seguir cargando con esos “fardos” tan pesados y densos que niegan nuestra verdadera naturaleza y esencia: la Luz? San Francisco de Asís nos trazó una senda ideal para “ascender” con nuestros actos en la vida diaria. ¿Por qué no tratar de seguirla?


Elvira G.